9 jun 2009

De la desgracia a la gracia

Hunde su remo el agua fuerte de mi dosis...


Tengo unos lentes de sol. Un amigo los fue armando, comprando en distintos tianguis las partes originales desde el armazón hasta las micas y las gomas del puente; y después me los vendió a un precio muy razonable. De esto hace mas de cuatro años y no lo he vuelto a ver. A través de los cristales de mis lentes, todo parece un atardecer aferrándose a un instante antes de que la ciudad sea barrida por el fuego de una explosión nuclear. Mi amigo era un albañil, con esposa y dos niñas. A las tres las amaba, pero el día que conocimos a dos chicas en la ciudad donde estábamos trabajando, las tres fueron negadas y olvidadas.

...bajo el horno del puente en el jardín de los caracoles descarriados...


Hace unos días platicaba con una amiga, es muy divertida y antes disfrutaba cada una de sus palabras, pero esta vez solo miraba como abría y cerraba la boca y yo inútilmente intentaba concentrarme en lo que decía. Tenia la vista fija en una marca de varicela que ella tiene entre sus cejas y supongo que parecía que la escuchaba atentamente mirándola a los ojos. En realidad pensaba en los pájaros muertos que encontré por el camino cuando venia a verla.

...en el cuenco de mi boca de pez lobo...

La indiferencia me muerde los pies, si todos cayeran muertos a mi alrededor no perdería un minuto en revisar sus bolsillos. La ciudad es una puta muerta pudriéndose al sol. Nosotros somos los gusanos, removiéndose unos sobre otros tratando de comer la mayor cantidad de carroña posible apurados por un instinto de supervivencia que ha sido degenerado.

...pasto debajo huele, poblado de estas tardes, al fuego del remolino.


Me puse mis lentes de sol cuando salimos del lugar en donde estábamos, caminamos juntos por un camellón. Ella seguía hablando, por último mencionó a tres amigas que desaparecieron después de una fiesta privada en una mansión de la zona residencial con altos funcionarios de la casa de moneda. Nadie sabia nada con certeza, pero el rumor de que habían sido asesinadas se esparció por que la madame que las regenteaba desapareció de la ciudad. Me detuve sin decir nada y me senté en el pasto. Ella me dijo adiós y no me fijé hacia dónde se fue. Yo me quedé sentado viendo pasar los autos junto a mi

*Titulo y poema de Mario Santiago Papasquiaro

1 comentarios:

aeromusa dijo...

"La indiferencia me muerde los pies, si todos cayeran muertos a mi alrededor no perdería un minuto en revisar sus bolsillos."

Un dia de estos le robo las palabras... ya lo habia dicho me gusto... solo que aca no estan tus lentes jijiji