14 jun 2009

Elegía a Rocamadour - por Yosh González


Bebé Rocamadour, bebé bebé, Rocamadour:

Extraño aquel remolino que era tu pelaje,
en él me sumergía, intenso vórtex de alegría.

Añoro aquella mirada curiosa y cariñosa;
un lago de aguas traquilas habitaba en tus pupilas.

Anhelo sentir de nuevo lo cálido de tu cuerpo,
así como tus bigotes volando entre mis cabellos.

Quisiera tocar por siempre la triada de tus colores,
y mis lágrimas, al caer en ella, se harían de chocolate.

Escucho entre mis sueños tu dulce ronrroneo,
tu alegre chillido intenso, tu torpe reclamo bello...

Siento, junto a mi llanto, tu lengua sanando heridas;
tus dientes, cicatrizando, tu alma dentro la mía.

Agradezco cada segundo que pasaste junto a mí,
Disculpame por cada vez que te abandoné,
Que en donde habitas ahora silvestre
Exista lechuga por siempre.

Rocamadour, bebé Rocamadour,
dientecito de ajo, te quiero tanto,
nariz de azúcar, arbolito,
caballito de juguete...


Homenaje póstumo a una de la criaturas que más he amado en mi vida terrenal y que hizo más por mi que muchos de mis supuestos amigos. Mi cuyito, Rocamadour, fue un cuenco de donde abrevé para calmar la sed de mi desesperación y melancolía. Murió enseñándome el dolor que es extrañar a alguien, preparándome para los golpes duros de la vida. Aún en sus últimos segundos me pídió mi compañía y exhaló su último aliento entre mis manos. Descanse en paz mi pequeña cobaya, mi arremolinada bolita de pelos, mi más sincero amigo, mi fiel camarada, mon bebé Rocamadour, mi personaje cortaziano, mi amigo en el juego de rayuela, mi Rocamadour (lo que aparece en cursivas es un "cover" de Rayuela de Cortázar. Leer el capítulo 32 de dicha novela).

1 comentarios:

Paulina de la Vega dijo...

me matas sólo con el nombre... para la próx elige algo menos trágico, parece el destino de esa palabra...