7 jul 2009

Rivotril

Los autos pasan silbando a mi lado; zuimg zumg!!!. Me gusta ver la autopista, creo que llevo dos días aquí, sentado a la orilla de la carretera, quizás más. No lo sé, no lo recuerdo. No he dormido desde la última vez que la vi, mas bien no he dormido desde que la conocí, de eso ya casi un mes.

Todo comenzó cuando la vi, sentada a dos asientos de mi lugar, en ese momento leía que si te concentras lo suficiente en algo o alguien antes de dormir, las posibilidades de soñar con ese pensamiento aumentaban. Cada noche la imaginaba hasta que cerraba los ojos: soñaba nuestro primer encuentro, su sonrisa y el olor de su cabello. Veía su falda roja, su blusa blanca y cómo en pasos pausados llegábamos a ese lugar fuera de la ciudad donde siempre crecen flores amarillas, rojas y naranjas todas con largos tallos. En el sueño siempre le regalaba una rosa roja, entusiasmada la estrellaba contra su pecho haciendo saltar los pétalos y diciéndome “te amo”.

Pero me traicionaba el inconsciente, de repente en mi sueño, ella me rechazaba, gritándome en cámara lenta, destruía y me lanzaba la rosa amenazándome y burlándose de mí ¿por qué iba a besar y decirle “te amo” a un extraño? Se reía de mí humillándome, hasta que me obligaba a caer de la cama. Despertaba sudando, susurrando su nombre, y maldiciéndome por no tener el valor de llamarle a media noche y citarla en el lugar de las flores amarillas, rojas y naranjas.

Así todas las noches, siempre el mismo sueño, nunca me atreví a llamar. Por eso prefería no dormir, los ojos se me hundían en dos lagunas oscuras, mientras mi familia señalaba: “o estás enfermo o te estás convirtiendo en asesino serial”; mi madre quien tenía conocimiento de todas las drogas legales me abasteció de rivotril.

Y esa misma noche me dispuse a dormir dos días. Las pastillas tardaron en surtir efecto, lentamente caí en un sueño pastoso y profundo, en él recorría calles y laberintos hasta llegar a su casa, ella me esperaba con los brazos y el deseo abiertos,… con un grito ahogado la tomaba en mis brazos besándola mientras ella jugaba a esconderse, corría riendo, gritando mi nombre, su olor penetrante a coco y lima me hacia encontrarla, y tomarla nuevamente hasta que llegamos a su sala de tonos naranja amarillos y rojos, su boca y toda ella se abrió a mí, al finalizar y como en cada noche saqué una rosa roja que estrellé en su pecho haciendo saltar los pétalos y ella sonriendo me dijo “te amo”.

Creo que desperté dos días después, o quizás tres, aquí junto a la autopista en este espacio de pequeñas flores amarillas, llevo pijama, y un frasco de rivotril en el bolsillo de la bata, tengo las manos llenas de sangre, y un olor penetrante a coco y lima. Creo que aun sueño, pues sigo escuchando que ella grita mi nombre y dice te amo. Espero poder dormir.

1 comentarios:

Arturo Pérez Morán dijo...

Algo asi he soñado...o vivido? No lo recuerdo