25 may 2009

El Hombre que debio vivir cien años. Rodrigo Contreras

Fue algo verdaderamente rápido, tanto que Sóstenes no tuvo tiempo de darse cuenta; tan solo sus sentidos lograron captar la sensación de oscuridad seguida a apagar la luz de una habitación de manera brusca. Pronto, se vio como si estuviese protagonizando uno de sus más locos sueños, en un lugar donde nada existe, donde no se siente frío o calor. Tuvo que verla llegar caminando hacia él, en la curiosa forma de una niña de aproximadamente seis años, para comprender lo que estaba pasando. No pudo evitar el estremecerse, ya que recordó como momentos antes se desplazaba en su motocicleta a toda velocidad sobre la carretera y, ahora la tenia de frente; a la muerte misma, que se acercó hasta él y, en su pálido rostro se dibujó una sonrisa a la vez que trataba de tomarle de la mano.
-¡No!- gritó Sóstenes.
- ¿A qué le tienes miedo?, Ven conmigo, ya pasó lo peor; de ahora en adelante estarás en paz, tranquilo dormirás, ven y toma mi mano- le dijo la niña mostrando sus oscuros ojos.
-No- dijo él angustiado- yo no debo estar aquí, tengo que regresar a mi casa, me están esperando, déjame irme, ¿quién eres tú para impedirlo?
-¿Acaso el temor que te inspiro, te impide reconocerme?, Por sí alguna duda tienes, te diré que soy justa, piadosa y llego siempre en el momento adecuado.
- Pero no es mi momento, yo debo de vivir, debes dejarme regresar- insistió el hombre con tono de suplica
- Te he dicho que llego siempre en el momento exacto, ¿qué te hace pensar que te debo dejar regresar?- le dijo la muerte, serena e inconmovible.
- En mi familia han sido todos muy longevos, de larga vida, pasados los cien años- se defendió Sóstenes.
La niña traía entre sus brazos un gran libro, el cual abrió y comenzó a hojearlo, buscando algo; nuestro personaje seguía la caída de cada una de las hojas, hasta que finalmente ella se detuvo.
- Sí, aquí estas, todo es como debe de ser- le habló fríamente la muerte a Sóstenes.
- Pero, yo debía de vivir más tiempo, ¡yo quiero vivir más tiempo!- exclamó él.
- ¿No te has dado cuenta del lugar en el que estas?, mientras discutes conmigo, de tu cuerpo solamente están quedando los huesos, ¿cómo te voy a regresar sí ya no tienes cuerpo?, ¿crees que sería muy normal que anduvieses por las calles caminando en puros huesos?- dijo la muerte, mientras trataba de contener la risa, por respeto a esa pobre alma que no quería descansar en paz.
Sostenes solamente se encogió de hombros desesperado y se resistía a darle la mano a aquella pálida niña.
-Pero yo estoy seguro que mi vida debió de ser mas larga- insistió él.
-Sí, quizá si no te hubieras subido ese día ala motocicleta. Pero en fin, ¿qué te hace pensar que debías vivir cien años?, ¿Qué habrías hecho con tan larga vida?- Le preguntó la muerte a Sóstenes, mientras le estiraba la mano y él con timidez, no muy conforme la tomó; comenzando así los dos a caminar juntos.
-No me has contestado- Dijo la niña de fría mirada.
- Solamente vivir, ver crecer a mis hijos, conocer a mis nietos, ver como cambia el mundo, hacer algo para que se acuerden de mí.
-No te preocupes, a donde te llevo, veras como cambia el mundo y podrás pedir por tus hijos como también cuidar de tus nietos. Que más hubiera querido yo regresarte; pero hasta ahora quien muere no regresa después de un tiempo, es para siempre; pero ven que te mostrare un lugar mejor.
-¿Y se acordaran los demás de mí?- preguntó Sóstenes.
-Sí, se acordaran de ti todos y tu familia siempre sabrá cuanto amabas la vida- contestó la muerte.
Y se fue Sóstenes con la niña de la mano, perdiéndose en el brillo intenso de la una luz que emanaba tranquilidad y dulzura.
En una carretera, en el kilómetro 42, estuvo una cruz, que duró ahí mas de cien años, con el siguiente nombre grabado: “Sóstenes...”

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonita pieza Rodrigo, un par de errores de redacción insignificantes, pero en general me gustó.

La visualicé convirtiéndose en cortometraje.

Pero el nombre "Sostenes", eso me intrigó, creo que era "Sóstenes".

Saludos.