9 feb 2010

Cartas viejas y olvidadas (título basado en la exposición fotográfica del mismo nombre)


Algún lugar que no debió existir año …
A ti te corresponde:

Es muy extraño cómo en el bagaje tan amplio que miles de libros me han dado no encuentre una, tan sólo una palabra que me haga referirme a ti sin que malinterpretes, o siquiera intérpretes las cosas.
Si de algo sirve te comento cómo es que escribo esta carta. Hace frio, lo cual debe darte una pista. A lo lejos veo las luces del lugar que visitamos algún día con Eduardo y Sarahí. Ellos tampoco ya se reconocen. Sé que las luces me están diciendo algo, parpadean intermitentemente que me parecen como molinos que a instantes tratan de robarme las cosas adecuadas, pero lo que no saben es que, simplemente me traen recuerdos.
Te tengo miedo, mucho miedo. Cuando hablo contigo, o bien, cuando leo aquellas cartas que escribes y públicas para todos menos para mí, presiento que ya no soy nada. Tú dirás: “es que ya no eres nada”, pero en la intimidad de mis decisiones, impongo el poder de seguir siendo algo.
Me gustaría decirte que estoy bien, que aunque este cuarto esté vacio, está desbordando felicidad. Por las mañanas, camino por tu casa temprano, más temprano que el señor de la leche cuyo claxon renombra la mexicanísima forma de anunciar el nuevo día; me quedo en la esquina con la pena de pensar que podrían salir tus padres y con voces sin calentar entre el frio me digan que me largue. Sé que eso no pasaría, ellos jamás fueron groseros conmigo, son como mi familia, como una familia que ya jamás tendré.
Haces treinta minutos de trayecto de tu trabajo a casa. Estos últimos días ha llovido, y aunque yo suelo estar preparado con un paraguas, me mojo como lo haces tú, porque sé que no aceptarías de mí nada jamás y te acompaño dos cuadras atrás; sí, soy yo el tipo patético que ha dejado su barba crecer para escabullirse entre la multitud sin oficio.
Estoy enfermo, y siento que pronto voy a morir, aunque la muerte no es, ni quiero que sea un pretexto. En realidad no voy a morir, sí, era un pretexto; quisiera verte un momento, tocarte, sin motivos, sin querer besarte, sólo para saber que aún estás tan viva como siempre.
Probablemente rompas esta carta desde que veas el sello postal, si no, seguramente madrugarás un par de mañanas alertando a tus padres, pero yo, ya no estaré ahí, porque simplemente estoy muy lejos.
Por si acaso y es lo más seguro, en el frente de la carta puse una frase, la de nuestra canción, para que sepas que soy yo, aunque no por nada del mundo desees eso.

Con los atentos saludos
Yo, el que ya no es para ti.